Comparto esta entrada inicialmente publicada en mi otro blog Catarsis y Harakiri. Espero la disfruten,
Aunque a muchos se les pase por alto lo cierto es que los liberales no somos un todo unitario. Existen quizás tantos modos de ver el liberalismo como liberales pueda haber y miles de matices nos separan a los unos de los otros. Sin embargo en unas difusas coordenadas que pueden abarcar como puntos extremos a Jhon Rawls y a Robert Nozick, los liberales mantenemos algunos principios básicos indivisibles de nuestro pensamiento.
Vida, libertad, propiedad y estado mínimo son los puntos cardinales del pensamiento liberal y que tienen como objetivo la defensa de los fueros del individuo frente al poder del Estado que es el detentador legal de la violencia en cualquier sociedad organizada.
Mientras que vida y libertad son derechos consustanciales al nacimiento de todo ser humano, el derecho a la propiedad es un derecho que cumple una función vital para el individuo, el protegerlo de la injerencia del poder. Pensemos por un rato en sociedades como la ex URSS o la actual Corea del Norte donde el Estado es dueño de todo. Los individuos en esas circunstancias están supeditados plenamente al Estado porque no pueden vivir fuera de él, porque el Estado lo subvenciona y lo da todo desposeyendo a los individuos de su derecho a pensar y expresarse libremente. Las personas despojadas del derecho a la propiedad más tarde o más temprano acabaran perdiendo también las otras libertades puesto que dependen para su subsistencia del gran hermano estatal. El derecho a la propiedad es pues la primera línea de defensa de la autonomía de la vida y la libertad del individuo.
Al defender la vida, la libertad y la propiedad frente al poder, está claro que a los liberales nos interesa un Estado que infiera lo mínimo posible en la vida de los individuos, eso porque creemos que es necesario limitarlo a funciones como la administración de justicia y el mantenimiento de la ley y el orden. Se trata de una cuestión meramente funcional; un Estado mientras más pequeño y más limitadas tenga sus funciones, menos facultades tendrá para interferir en las vidas de sus ciudadanos.
Esta cuestión del Estado mínimo es cuestión de profundos debates para los liberales. Ningún pensamiento es estático en el tiempo y las nuevas realidades sociales y tecnológicas nos imponen adecuarnos a ella. De la forma en que se de esta adecuación van a depender los sutiles matices que separan a las diferentes escuelas del pensamiento liberal.
Aunque no lo parezca sobre todo en América Latina, los liberales no somos de derecha, tampoco somos de izquierdas como parece en USA. El liberalismo tiene muchas coincidencias sobre todo en temas sociales con los socialistas –aunque por motivos distintos- como creyentes en la responsabilidad y la libertad individual podemos estar a favor de causas como el aborto o la legalización de las drogas en determinados momentos. También estamos a favor de la división entre la iglesia y el Estado pues la religión es un tema que corresponde a la vida privada y el Estado es un ente que se remite al espacio de lo público. Lo mismo pasa con la sexualidad, a los liberales no nos importa lo que cada quien haga con su cuerpo, mientras el ejercicio de sus derechos no choque con la libertad de otros ciudadanos.
Algunos de esos puntos a decir verdad no son relevantes para determinar que tan liberales somos o no. Ni el aborto, ni la legalización de las drogas forman parte del leit motiv del liberalismo y si algún liberal está en desacuerdo con ello; pues no por eso deja de ser tan liberal como el que esto escribe. Aunque claro, siempre se puede dar el caso de que otro liberal que lea estas líneas acabe excomulgando de su capilla a este modesto blogger.
Por estas coincidencias con los socialistas, los conservadores nos acusan de libertinaje y estar a favor de la disolución del orden social atentando contra el bien común. Esto no obstante no impide que liberales y conservadores hagamos causa común en determinados temas de mutuo interés. Ambas corrientes podemos encontrarnos usualmente en los temas económicos, limitar la injerencia estatal o de seguridad ciudadana.
No obstante un punto en el que es imposible estar de acuerdo con los conservadores es la idea del bien común tan cara a los comunitaristas, una idea de la que el liberalismo desconfía al punto de considerarla una “bestia negra” conceptual.
Veras mi estimado lector, el “bien común” supone la existencia de una figura externa, unos “guardianes” del orden social que saben lo que es ese “bien común” y por tanto sus ilustradas mentes están en la capacidad de guiarnos hacia este. Que me disculpen mis amigos conservadores, pero esa idea de “Bien Común” es lo mismo que anima el núcleo del marxismo, el fascismo, el nazismo, el socialismo del siglo XXI y cuanto engendro de buenas intenciones pudo ensombrecer el siglo XX.
Los liberales por el contrario creemos que el mejor juez de la experiencia es uno mismo y de ahí extraemos el concepto del interés común como motor del bienestar del individuo y la sociedad. El interés común nace de la agregación de los intereses de los individuos que en su búsqueda de sus propios sueños y anhelos, generan un mayor bienestar para la sociedad.
El liberalismo es ante todo una doctrina que sobre la relación entre individuo y Estado. No pretende decirle a nadie la forma en que debe vivir, sino que pretende un clima de tolerancia y respeto para que cada uno pueda buscar y alcanzar el pleno uso de sus potencialidades de acuerdo a sus propios deseos y posibilidades. Una clara reminiscencia en el orden de lo social de la manera en que funciona la mano invisible del mercado formulada por Adam Smith.
Para lograr este clima de tolerancia, las sociedades liberales establecen el principio de la libertad ante la ley. Donde antes reinaba la desigualdad y el privilegio, el liberalismo sostiene que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. El Estado por tanto debe garantizarles igualdad de trato, que no es lo mismo que igualdad de resultados. Somos iguales en tanto seres humanos, pero desiguales en torno en a nuestras potencialidades como individuos y es lógico que obtengamos resultados distintos. Un físico nuclear y un literato ambos muy competentes en su rama, no dejan de ser seres humanos, pero sus ámbitos de acción son muy diferentes y los resultados y gratificaciones que obtienen por su desempeño es del todo distinto tanto entre ellos como lo que pueden serlo, los de un trabajador, un empresario o un titiritero.
Ciertamente podemos diferenciar entre un liberalismos político, económico y social. Conceptualmente es una solución analítica valida, no obstante la historia ha demostrado que cualquier privación de una faceta de la libertad, terminara en una privación absoluta de la misma.
Existe un tipo particular de democracia que es la democracia liberal que es la forma de gobierno que ha producido los mayores logros sociales, económicos y culturales de la historia humana. La democracia liberal, no pretende resolver todos los problemas de la vida humana, pero si brindar un marco de tolerancia, respeto, cooperación que hagan posible que la vida sea digna de ser vivida en las circunstancias más favorables para el mayor número posible de individuos. Por supuesto que tiene fallas y numerosos detractores, pero lo cierto es que con todos sus males resulta hasta la fecha la forma de gobierno más compatible con la dignidad humana inventada por el hombre.
La unión entre liberalismo y democracia ha demostrado a la fecha ser solida y bastante conveniente, pero no por ello irrevocable, pueden imaginarse distintos modelos de sociedad abierta que no se corresponda con un gobierno democrático tal y como lo conocemos.
Quien quiera encontrar en el liberalismo una respuesta a los grandes enigmas de la vida, la naturaleza humana y el universo no la encontrara. Quien busque más serenamente un marco de referencia para vivir en paz con sus semejantes, ha encontrado el lugar adecuado. Vive y deja vivir.
Iván Budinich