Autor: Alfonso Baella Herrera
LIMA - No hace mucho el expresidente chileno Ricardo Lagos, de visita en el Perú, señaló que las redes sociales eran el quinto poder; es decir, equiparó su influencia a la de otros poderes como el Ejecutivo, Legislativo y Judicial ; dándole inclusive el mismo peso que la prensa. Pedro Pablo Kuczynski, en un reciente artículo, publicado en este diario, coincidió y agregó además que acerca personas y realidades, y que el Perú tiene aquí una gran oportunidad.
Es interesante cómo dos veteranos de la política coinciden y cómo ese enfoque dista de lo que el gobierno piensa en relación al manejo de este medio.
La crisis que trajo abajo a sus dos ministros fue consecuencia, por cierto, de las metidas de pata, pero también de la presión de los medios tradicionales y de lo que ocurrió en las redes sociales. De hecho, estas sirvieron en un triple propósito: Primero, como catalizador de la opinión de los ciudadanos permitiendo que la gente se exprese con libertad. Segundo, como medio de viralización o difusión de todos los contenidos que los medios emitían; de forma que si alguien no se enteraba de las noticias en la televisión, radio o prensa escrita, podría encontrarlas en las redes con diversos enfoques y comentarios. Tercero, para comprobar que, también aquí, el gobierno carece de una estrategia y cree - o le han hecho creer- que se puede "manejar" una crisis política en las redes sociales, con avatares o troles cuyo mejor esfuerzo es repetir la letanía: "0iga usted, no desinforme".
Curioso que mientras esto ocurría aquí, en Argentina se descubría una extensa red de perfiles falsos creados para generar una sensación de apoyo "virtual" al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Lo otro es que a pesar de que hay cerca de un millón de peruanos en Twitter -la misma red que usaron los norafricanos para protestar contra la corrupción de sus gobiernos y traerlos abajo-, la mayoría de políticos las sigan mirando bajo el hombro, ignorando su vertiginoso crecimiento, sin reconocer o estar enterados que la última censura también se dio, y abrumadoramente, en el ciberespacio.