"El dinero es mejor que la pobreza, aún cuando sólo sea por razones financieras."
Woody Allen
El dinero es el único lenguaje que entiende decía un conocido sobre un común amigo y no pude evitar notar que lo decía con un cierto tono reprobatorio, como si existiera algo implícitamente y moralmente punible en dicha aptitud.
La sociedad en que vivimos tiene una relación dual de amor y odio con lo relativo al éxito y la riqueza material. Somos producto de un sistema educativo que induce de manera subliminal a ver el germen de la explotación y la culpa en los ricos y exitosos a los que por otro lado el discurso oficial no invita a emular al tiempo que se nos sigue formando no para alcanzar la independencia financiera sino para ocupar un puesto de ocho o más horas diarias durante más de 20 años de nuestras vidas dentro de un esquema laboral que ya tiene las horas contadas frente al avance incesante de la tecnología.
Contra lo que nos digan los modernos herederos de Agustin de Hipona para quien la riqueza era sinónimo de injusticia: "Las riquezas son injustas o porque las adquiriste injustamente o porque ellas mismas son injusticia, por cuanto tú tienes y otro no tiene, tú vives en la abundancia y otro en la miseria"(Psalmos 48) (1), lo verdaderamente justo, lo verdaderamente humano para el individuo es la búsqueda de un mayor bienestar lo que a su vez redunda en mayores oportunidades para el entorno.
En términos concretos, el dinero significa libertad, independencia y la posibilidad de desarrollar nuestras capacidades al máximo de acuerdo a nuestros deseos. El dinero es junto a la satisfacción por una obra bien realizada; la medida del esfuerzo, la creatividad, la emoción, el compromiso y las ganas que ponemos en las tareas que realizamos para ganarlo.
Honore de Balzac, magnifico novelista y lamentablemente digno heredero de la tradición agustiniana sostenía que detrás del dinero siempre había un delito. Descontando el caso de los políticos, una subespecie particular del género humano, detrás del dinero suele haber inspiración, obstinación y arduo trabajo dedicado a la búsqueda de un sueño. Por supuesto Balzac, un gran escritor que desperdicio las generosas sumas que su talento le otorgaba a manos llenas en una vida de excesos, estaba muy lejos de la disciplina necesaria para un emprendedor y posiblemente la veía como cosa inhumana más propia de demonios que de hombres.
Buscar enriquecerse con afán como hace mi distinguido amigo tan incomprendido por nuestro común conocido, no es una actitud malvada que merezca un castigo de una divinidad enceguecida por la ira, es una actividad que merece admiración; los emprendedores exitosos crean camino al andar e inspiran a otros con su éxito. Por supuesto, no todos tienen el sueño del emprendimiento ni las oportunidades, ni tampoco las capacidades requeridas para ser un emprendedor a altura de Bill Gates, Mark Zuckerberg o más peruanamente Erasmo Wong o Angel Añaños, pero sin duda se cuentan por millones las historias de quienes construyeron algo mucho más sólido en sus vidas trabajando para sí mismos que lo que hubieran logrado vendiendo a otros su tiempo y su talento.
Hay miles de maneras de ser uno mismo y hay personas para las que ser ellas mismas es hacer dinero, una idea de vida tan loable como cualquier otra y que suele conducir a un mayor beneficio para la sociedad que muchas otras.
(1) En http://misagradabiblia.com/san-agusin-obispo-y-doctor-de-la-iglesia/
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