miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Nos obligan las editoriales a ejercer la pirateria digital?

“Allá; muevan feroz guerra

ciegos reyes

por un palmo más de tierra;

que yo aquí; tengo por mío

cuanto abarca el mar bravío,

a quien nadie impuso leyes.”

(Canción del pirata, José de Espronceda)

Oír hablar de piratería o leer sobre piratería de alguna manera evoca en mi algunas imágenes de simpatía. No se quizás sean las lectura de Sandokan en mi infancia o la canción del pirata de Jose de Espronceda que leía inflamado durante mi adolescencia que tengo una suerte de empatia natural por el significado implícito de esta palabra.

De alguna manera la piratería puede ser enfocada como la lucha del individuo frente a los intentos omnívoros de los poderosos de turno. Esto desde luego a título personal.

Saco todo esto en razón de haber leído en un post de Enrique Dans, sobre las presiones de la editorial Macmillan para imponer su altísimo (dentro de las posibilidades de la tecnología actual) umbral de precios para su catalogo de libros. Un precio de entre $12.99 y $14.99 es abusivamente alto en una economía donde la copia simplemente vale el precio de un click.

Actuando así, forzando a Amazon que ofrecía un umbral bastante más aceptable de $9.99, Macmillan y otras representantes de la industria cultural que en lo futuro se plieguen a estas prácticas, pavimentan el camino de la “piratería” en gran escala y con brillante estilo. Descargar un pdf no nos cuesta en absoluto más que el costo de oportunidad del tiempo que dispongamos para ello.

Lo lógico es que en cuanto nos ponga restricciones demasiado elevadas en cuanto al acceso a un bien, nosotros los consumidores tengamos el perfecto derecho de encontrar las maneras más creativas posibles para derrumbar esas barreras. Simple y elegante como dirían los estereotipados rufianes de las películas de serie “B” de antaño.

Esperemos que después no escuchemos los gritos destemplados de quienes obligan al consumidor a alejarse de sus hábitos regulares de consumo y pretendan convertir la Internet en una zona censurada para cubrir sus propias incapacidades. Esperemos que esas prácticas no tengan futuro en casa.

El debate en si puede parecer distante para nosotros en Latinoamérica, pero sin embargo es una realidad que está acercándose día a día y que en un futuro cercano podría redefinir lo que hoy damos por sentado en relación con nuestros derechos en la red. Merece este asunto que lo tengamos observado.

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